Pensé, y así lo vengo señalando en mi discurso sobre la materia, que habíamos superado negras etapas pasadas, años ha, en las que las personas con discapacidad, por mor del analfabetismo, la incultura y la religión, eran invisibles al resto del común de los mortales: tener un hijo/a con “un defecto” en aquellos tiempos era un gran pecado que había que ocultar.

 

Pues no sé qué nuevo pecado hemos debido cometer para que, a estas alturas, dé la impresión de que la clase política quiera enviar a las tinieblas, ocultar, hacer invisible de nuevo a la discapacidad. Así hay que colegirlo, se quiera o no, por el contenido  de la actual campaña electoral en la que, con respecto a la discapacidad, tanto los viejos partidos –los de la casta, al decir de los nuevos en el escenario– como esos mismos nuevos partidos –tal vez convertidos en casta antes de hora–, han enmudecido, en mítines y debates audiovisuales, sobre las problemáticas que sufre un importante colectivo hoy, pero al que mañana, de una manera u otra, cualquier ciudadano puede pertenecer. Y el que no padezca esas consecuencias, con el paso de los años, pues seguramente es que habrá acabado mucho antes de hora su efímero viaje terrenal.

 

Así, da la impresión de que la clase política, ya de por sí lamentablemente enfrentada con la sociedad civil, quiera cargar en su macuto de incredibilidad a más de 4.000.000 de personas con discapacidad y sus familiares, siendo éstos auténticos arietes en la defensa y cuidados de estas personas.

 

Es triste y lamentable que en los debates del “corazón político” que se vienen produciendo en Telecinco y La Sexta, ninguno de los candidatos/as o contertulios presentes, por encima de las muchas sandeces y latiguillos recurrentes que allí se sueltan, no hayan sido capaces de nombrar o debatir sobre cualquiera de las problemáticas que afectan a la discapacidad como pueda ser, por ejemplo, el gran fracaso y frustración de la Ley de Autonomía Personal y Dependencia, con el confiscatorio copago denunciado por la discapacidad organizada, o la iniquidad en el trato a las personas dependientes en función de la comunidad autónoma donde residas.

 

Y esta situación de olvido duele profundamente por cuanto es la propia clase política la que, a la búsqueda y captura de votos en pleno fragor preelectoral, suele acudir a pedirte colaboración para que se les traslade nuestros problemas con la sana intención, en principio, de solucionarlos con algo parecido a la buena voluntad política y, al respecto, posiblemente habremos hablado con todas y cada una de las formaciones políticas que concurren a estas elecciones locales y autonómicas del próximo 24 de mayo. 

 

Pues, a la vista del panorama, de ese enmudecimiento sobre la discapacidad, se me plantean profundas dudas no ya sobre la inteligencia del político/a –al que se le supone–, pero sí al menos muy mucho de su capacidad de comprensión, retentiva o de que realmente te estén escuchando cuando, algunos/as, adoptan un gesto paternalista y compungido frente a la exposición de los problemas del colectivo que se les traslada.

 

Y ya no es solo el silencio político el que nos puede volver a hacer invisibles, sino también los hechos. Es duro comprobar cómo en los mítines que organizan la mayoría de partidos, de cualquier ideología, los elementos que componen los escenarios para los líderes y conmilitones son inaccesibles a personas con movilidad reducida o discapacidad sensorial. Tantas y cuántas veces hemos hablado de accesibilidad universal con la clase política y resulta que las oficinas temporales de los candidatos/as, que se abren en campaña, no están adaptadas, o que algunas de las sedes en las que se han instalado las nuevas formaciones políticas, que llegan a estas elecciones, estén selladas a la participación del colectivo por sus barreras arquitectónicas o de otra índole.

 

Pero no lo van a conseguir, ni nos van a volver a hacer invisibles ni nos van a silenciar. Y quien así lo piense no nos conoce. Todo lo contrario, la fortaleza, unidad y constancia del activismo de la discapacidad organizada está por encima de circunstancias coyunturales de una campaña electoral. Nosotros estamos acostumbrados a luchar los 365 días del año, allá donde exista una sola persona con discapacidad, y seguiremos con nuestras denuncias y reivindicaciones cotidianas frente a los que pretenden que nos volvamos a hacer invisibles de nuevo.